jueves, 25 de octubre de 2012

Carriles bici de adorno



El ayuntamiento de Madrid presume de  urbanismo vanguardista y habla de los carriles bici de la ciudad como si fueran una red útil de transporte, pero la realidad es otra. Los carriles bici de Madrid forman una red inconexa por la que no se puede transitar si el objetivo es llegar de un punto A, a un punto B. Estos carriles están concebidos para su uso deportivo o recreativo, como es el caso del anillo verde ciclista, un gran carril bici que rodea la ciudad pero sin utilidad práctica fuera del paseo dominguero. Otro de los indicativos del sentido que se le da a estos carriles, es que la mayoría están integrados en las aceras, en lugar de en las calzadas, impidiendo un desplazamiento ágil y causando una alta siniestralidad con los peatones. Sorprende que las grandes avenidas que vertebran el transporte en la ciudad, como el paseo de la Castellana o la Gran Vía, no incluyan carriles bici. Parece que espacio hay más que suficiente, lo que no hay es voluntad urbanística. Los carriles bici son para pasear, pero no para ir a estudiar o a trabajar. No están para utilizarlos, están de adorno.

Mapa de la raquítica red de carriles bicis de Madrid

El otro gran problema que tienen los ciclistas madrileños es que las calzadas asustan. La velocidad media de los vehículos motorizados en las vías de dos carriles o más, es siempre superior a los 50 Km/h. El demencial ritmo acelerado de la vida en la ciudad y la hostilidad que muestran algunos automovilistas hacia los ciclistas, hace que muchos de los que quieren, no se atrevan a salir a las calles pedaleando. Pero si los carriles bicis son deliberadamente intransitables, debemos ser valientes y tomar las calzadas. La misión es ralentizar el ritmo de los coches para acelerar el de una ciudad ahogada por el colapso y la depresión. Cambiar este sistema pasa por cambiar los hábitos de transporte y demostrar que otro modo de desplazarse es posible en la ciudad de los coches.
En una situación como la actual, en la que se nos intenta convencer desde todos los ámbitos que la solución a los problemas económicos es el crecimiento y que este se consigue con consumo, el ciclista urbano no entra en los planes de futuro de gobiernos y empresas petroleras (valga la redundancia).
Coged las bicis, aunque sólo sea por molestar.


domingo, 14 de octubre de 2012

El tiempo del miedo



Este blog es un espacio dedicado a poner  en común informaciones, iniciativas e impresiones con otros alumnos de distintas clases de economía en la Universidad Complutense. Un ejercicio personal que cobra sentido en el marco del proyecto colectivo impulsado por el profesor Roberto Carballo y que se convierte en parte fundamental para el desarrollo del curso.
El profesor Carballo nos presenta un  método de docencia alternativo a las maneras habituales. El método consiste en un trabajo continuo del alumno y también de los grupos formados, que investigarán sobre un solo tema (elegido por el grupo) a lo largo del curso, sin disposiciones previas, sin temario, sin guías sobre las que desplazarse y lo más importante, sin exámenes. Hasta aquí todo bien, comparto la idea de que es necesario romper algunas inercias para reconstruir los cimientos que están corroídos por la podredumbre que emerge del sistema educativo, sin embargo hay algo en este  discurso que me inquieta, el orgullo de lo propio a través del desprecio a lo ajeno.  Mientras escucho las palabras del profesor acerca de lo equivocados que están aquellos que no usan su método,  no puedo dejar de pensar en algunos de esos grandes maestros que con métodos más o menos tradicionales fueron capaces de hacerme amar las mismas cosas que ellos amaban. Quizás ellos estuviesen equivocados  o igual fui yo al dejarme embaucar por serviles marionetas al servicio de la reproducción social. O puede ser, en cambio, que lo más importante para la satisfacción y el aprendizaje no sea el método, sino el propio docente.
Hay otra cosa que me preocupa de no tener  temas ni objetivos visibles y está relacionado con el aspecto más sucio y material de mi persona. El precio que yo pago por esta asignatura equivale a dos días y medio de cualquier trabajo precario a jornada completa. No es mucho, pero es bastante cuando no se tiene trabajo.  Si tenemos en cuenta el precio real de la asignatura (que también pago a través de impuestos), se convierten en once días más. Si además añadimos el valor monetario de mi preciado tiempo, la cuenta de días en trabajos precarios progresa geométricamente hasta el infinito. Aunque por supuesto, una experiencia de catarsis colectiva como esta no tiene precio. Uno de los deberes que tenemos los alumnos es exigir, por ejemplo, que se nos enseñen las materias de calidad con las que podamos ser competentes en un mundo laboral cada vez más cruel, independientemente del método docente.
Tras estas consideraciones, he llegado a la conclusión de que tengo  miedo y estoy decidido a combatirlo. No sé si mi miedo es al método o al posible desaprovechamiento de las clases. Asumo que el miedo lo genero yo y nadie más, y este puede estar originado en la incomprensión de lo desconocido o en la dificultad para encajar en una nueva forma de trabajar. Puede ser también, el miedo a que no haya espacio para la crítica dentro de la crítica y esto desemboque en más miedo, pero confío en que llegue el día en el que nadie tenga miedo a las valoraciones sin miedo. Aunque cualquier cosa es posible teniendo en cuenta que vivimos en el tiempo del miedo.

Álvaro Martínez

El miedo global



Los que trabajan tienen miedo de perder el trabajo.
Los que no trabajan tienen miedo de no encontrar nunca trabajo.
Quien no tiene miedo al hambre, tiene miedo a la comida.
Los automovilistas tienen miedo de caminar y los peatones tienen miedo de ser atropellados.
La democracia tiene miedo de recordar y el lenguaje miedo de decir.
Los civiles tienen miedo a los militares, los militares tienen miedo a la falta de armas, las armas tienen miedo a la falta de guerras.
Es el tiempo del miedo.
Miedo de la mujer a la violencia del hombre y miedo del hombre a la mujer sin miedo.
Miedo a los ladrones, miedo a la policía.
Miedo a la puerta sin cerradura, al tiempo sin relojes, al niño sin televisión, miedo a la noche sin pastillas para dormir y miedo al día sin pastillas para despertar.
Miedo a la multitud, miedo a la soledad, miedo a lo que fue y a lo que puede ser, miedo de morir, miedo de vivir.


Eduardo Galeano