Este blog es un espacio dedicado a poner en común informaciones, iniciativas e
impresiones con otros alumnos de distintas clases de economía en la Universidad
Complutense. Un ejercicio personal que cobra sentido en el marco del proyecto
colectivo impulsado por el profesor Roberto Carballo y que se convierte en parte
fundamental para el desarrollo del curso.
El profesor Carballo nos presenta un método de docencia alternativo a las maneras habituales.
El método consiste en un trabajo continuo del alumno y también de los grupos
formados, que investigarán sobre un solo tema (elegido por el grupo) a lo largo
del curso, sin disposiciones previas, sin temario, sin guías sobre las que
desplazarse y lo más importante, sin exámenes. Hasta aquí todo bien, comparto
la idea de que es necesario romper algunas inercias para reconstruir los
cimientos que están corroídos por la podredumbre que emerge del sistema educativo,
sin embargo hay algo en este discurso
que me inquieta, el orgullo de lo propio a través del desprecio a lo ajeno. Mientras escucho las palabras del profesor
acerca de lo equivocados que están aquellos que no usan su método, no puedo dejar de pensar en algunos de esos
grandes maestros que con métodos más o menos tradicionales fueron capaces de
hacerme amar las mismas cosas que ellos amaban. Quizás ellos estuviesen
equivocados o igual fui yo al dejarme embaucar
por serviles marionetas al servicio de la reproducción social. O puede ser, en
cambio, que lo más importante para la satisfacción y el aprendizaje no sea el
método, sino el propio docente.
Hay otra cosa que me preocupa de no tener temas ni objetivos visibles y está relacionado
con el aspecto más sucio y material de mi persona. El precio que yo pago por
esta asignatura equivale a dos días y medio de cualquier trabajo precario a
jornada completa. No es mucho, pero es bastante cuando no se tiene trabajo. Si tenemos en cuenta el precio real de la
asignatura (que también pago a través de impuestos), se convierten en once días
más. Si además añadimos el valor monetario de mi preciado tiempo, la cuenta de
días en trabajos precarios progresa geométricamente hasta el infinito. Aunque
por supuesto, una experiencia de catarsis colectiva como esta no tiene precio. Uno
de los deberes que tenemos los alumnos es exigir, por ejemplo, que se nos
enseñen las materias de calidad con las que podamos ser competentes en un mundo
laboral cada vez más cruel, independientemente del método docente.
Tras estas consideraciones, he llegado a la conclusión de
que tengo miedo y estoy decidido a
combatirlo. No sé si mi miedo es al método o al posible desaprovechamiento de
las clases. Asumo que el miedo lo genero yo y nadie más, y este puede estar originado
en la incomprensión de lo desconocido o en la dificultad para encajar en una
nueva forma de trabajar. Puede ser también, el miedo a que no haya espacio para
la crítica dentro de la crítica y esto desemboque en más miedo, pero confío en
que llegue el día en el que nadie tenga miedo a las valoraciones sin miedo. Aunque
cualquier cosa es posible teniendo en cuenta que vivimos en el tiempo del miedo.
Álvaro Martínez
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