domingo, 14 de octubre de 2012

El tiempo del miedo



Este blog es un espacio dedicado a poner  en común informaciones, iniciativas e impresiones con otros alumnos de distintas clases de economía en la Universidad Complutense. Un ejercicio personal que cobra sentido en el marco del proyecto colectivo impulsado por el profesor Roberto Carballo y que se convierte en parte fundamental para el desarrollo del curso.
El profesor Carballo nos presenta un  método de docencia alternativo a las maneras habituales. El método consiste en un trabajo continuo del alumno y también de los grupos formados, que investigarán sobre un solo tema (elegido por el grupo) a lo largo del curso, sin disposiciones previas, sin temario, sin guías sobre las que desplazarse y lo más importante, sin exámenes. Hasta aquí todo bien, comparto la idea de que es necesario romper algunas inercias para reconstruir los cimientos que están corroídos por la podredumbre que emerge del sistema educativo, sin embargo hay algo en este  discurso que me inquieta, el orgullo de lo propio a través del desprecio a lo ajeno.  Mientras escucho las palabras del profesor acerca de lo equivocados que están aquellos que no usan su método,  no puedo dejar de pensar en algunos de esos grandes maestros que con métodos más o menos tradicionales fueron capaces de hacerme amar las mismas cosas que ellos amaban. Quizás ellos estuviesen equivocados  o igual fui yo al dejarme embaucar por serviles marionetas al servicio de la reproducción social. O puede ser, en cambio, que lo más importante para la satisfacción y el aprendizaje no sea el método, sino el propio docente.
Hay otra cosa que me preocupa de no tener  temas ni objetivos visibles y está relacionado con el aspecto más sucio y material de mi persona. El precio que yo pago por esta asignatura equivale a dos días y medio de cualquier trabajo precario a jornada completa. No es mucho, pero es bastante cuando no se tiene trabajo.  Si tenemos en cuenta el precio real de la asignatura (que también pago a través de impuestos), se convierten en once días más. Si además añadimos el valor monetario de mi preciado tiempo, la cuenta de días en trabajos precarios progresa geométricamente hasta el infinito. Aunque por supuesto, una experiencia de catarsis colectiva como esta no tiene precio. Uno de los deberes que tenemos los alumnos es exigir, por ejemplo, que se nos enseñen las materias de calidad con las que podamos ser competentes en un mundo laboral cada vez más cruel, independientemente del método docente.
Tras estas consideraciones, he llegado a la conclusión de que tengo  miedo y estoy decidido a combatirlo. No sé si mi miedo es al método o al posible desaprovechamiento de las clases. Asumo que el miedo lo genero yo y nadie más, y este puede estar originado en la incomprensión de lo desconocido o en la dificultad para encajar en una nueva forma de trabajar. Puede ser también, el miedo a que no haya espacio para la crítica dentro de la crítica y esto desemboque en más miedo, pero confío en que llegue el día en el que nadie tenga miedo a las valoraciones sin miedo. Aunque cualquier cosa es posible teniendo en cuenta que vivimos en el tiempo del miedo.

Álvaro Martínez

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